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Antiguamente, cuando los soldados iban a las guerras, difícilmente podían sobrevivir a la pérdida masiva de sangre sin una transfusión sanguínea. Se intentaba realizar las mismas, donde en algunos casos, la transfusión era exitosa y en otros, no. También las primeras transfusiones se realizaban con sangre de otros mamíferos, sin éxito alguno. No fue sino hasta el año 1900 donde un científico vienés, Karl Landsteiner, descubrió las aglutininas que permitián clasificar los distintos tipos sanguíneos conocidos actualmente como el sistema ABO.
La clasificación de los grupos sanguíneos se realiza en función a oligosacáridos presentes en la superficie de los glóbulos rojos. Las personas que tienen sangre del tipo A y B, presentan azúcares específicos, los del tipo AB tienen ambos azúcares, mientras que las del tipo O, no tienen ninguna en su superficie, haciendo de estos individuos los conocidos donadores universales.
Sin embargo, y a pesar de poder clasificar los distintos tipos sanguíneos, la necesidad de donantes y que los bancos de sangre puedan contar con una amplia variedad de tipos sanguíneos, eso sin contar el factor Rh, hacen que aún las transfusiones o conseguir donantes específicos siga siendo una tarea complicada.
Afortunadamente, y gracias a los avances en investigación del microbioma intestinal, investigadores de la Universidad British Columbia (Canadá) descubrieron que las enzimas extraídas de una bacteria del intestino humano, llamada Escherichia coli, pueden convertir sangre de los grupos A y B en el grupo O negativo.
El equipo de trabajo fue liderado por el bioquímico Steve Withers, quien presentó sus conclusiones en una reunión de la American Chemical Society, donde explicó que la técnica que desarrollaron es 30 veces más eficaz para retirar los antígenos de los glóbulos rojos que las que se usaron hasta ahora. Este descubrimiento podría facilitar de forma significativa el suministro de sangre y suponer una gran diferencia para situaciones de emergencia, comunidades aisladas o conflictos armados.
Fuente: https://goo.gl/Tv1dWy
El grupo de investigación encontró enzimas en el microbioma intestinal humano que son capaces de romper las moléculas de azúcar de los glóbulos rojos gracias a técnicas de caracterización o identificación de todos los microorganismos presentes, conocida como metagenómica. La pared del intestino contiene proteínas glicosiladas llamadas mucinas que contienen bastantes azúcares, algunos de los cuales son precisamente los mismos que los antígenos A y B.
“Al concentrarnos en las bacterias que se alimentan de esos azúcares, aislamos las enzimas que usan las bacterias para separar las moléculas de azúcar; luego produjimos cantidades de esas enzimas por medio de la ingeniería genética y descubrimos que eran capaces de realizar una acción similar con los antígenos sanguíneos”, explicó Withers.
Por otro lado, según los descubridores, este tipo de enzima intestinal funciona con sangre completa, por lo que permite convertir la sangre tomada de los donantes en grupo O negativa más rápido que si se procede a descomponer la sangre para aislar sus componentes.
En una entrevista televisiva, Withers dijo que cree que si todo sale bien y se comprueba que no es peligroso para las personas, en unos cinco años se podrá usar la enzima para transformar cualquier tipo de sangre. El especialista estimó que el procedimiento que se va a seguir será introducir la enzima en la sangre donada y almacenarla para luego que pueda ser usada cuando sea necesaria.
Bibliografía:
D. Farhud and M. Zarif Yeganeh, “A Brief History of Human Blood Groups,” Iranian Journal of Public Health, vol. 42, no. 1, pp. 1–6, 2013.
“Gut bacteria provide key to making universal blood (video),” American Chemical Society. [Online]. Available: https://www.acs.org/content/acs/en/pressroom/newsreleases/2018/august/gu.... [Accessed: 23-Nov-2018].
D. H. Kwan, I. Constantinescu, R. Chapanian, M. A. Higgins, M. P. Kötzler, E. Samain, A. B. Boraston, J. N. Kizhakkedathu, and S. G. Withers, “Toward Efficient Enzymes for the Generation of Universal Blood through Structure-Guided Directed Evolution,” Journal of the American Chemical Society, vol. 137, no. 17, pp. 5695–5705, 2015.
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