Jóvenes visionarios

Para Guillermo Soto (23) y un puñado de alumnos de las carreras de Ingeniería Industrial, Ingeniería Mecánica e Ingeniería Electrónica no fue necesario ir demasiado lejos para inspirarse y querer realizar una impresora 3D. La idea surgió ante una necesidad en sus mismos laboratorios, pues si bien cuentan con esta tecnología para crear prototipos, los insumos son sumamente costosos. “El rollo de cartucho de estas impresoras bordea los 150 dólares el kilo. Además estás obligado a comprarle a un solo proveedor. De ahí surgió la idea de crear una impresora propia, con un material barato como es la arcilla, que está alrededor de cinco soles el kilo”, cuenta el estudiante de Ingeniería Industrial, quien inició este proyecto el semestre pasado y ya es testigo del impacto que tiene sobre sus compañeros. 

Para Rolando Vargas, director de la carrera de Ingeniería Industrial, iniciativas como esta muestran el perfil del verdadero Life Hacker- término que ha hecho suyo la universidad -, quien, sin embargo, debe tener al alcance las herramientas y guías necesarias para desarrollar su potencial. “Lo que hacemos es darles métodos de resolución de problemas a alumnos con iniciativa. Son muchos los momentos en los que ellos deben aplicar la teoría en la práctica. Esto es algo que caracteriza a todas las carreras de UTEC, nuestras mallas curriculares tienen esa directriz”, explica Vargas, quien también destaca los beneficios de las colaboración entre las diferentes carreras, como en el caso de la impresora 3D de arcilla. 

Pero también existe suficiente libertad para quienes quieran desarrollar iniciativas propias, como sucedió con Diego Salazar (22), estudiante de Ingeniería Mecánica, quien lleva dos años perfeccionando un brazo humanoide:  “Todo inició cuando vi un video en el que un policía trató de desarmar una bomba, pero no tuvo éxito y salió herido. Me pareció un accidente que podría haberse evitado, así como podrían evitarse accidentes industriales, con productos químicos, de tan solo contar con un brazo que pueda manipular objetos como lo haría una persona, pero a distancia”, dice Diego. El desafío se encontraba en desarrollar, más que una estructura clásica con pinzas, una que emule dentro de lo posible los movimientos de un brazo real. “Tuve bastantes incentivos por parte de mis profesores en el lado técnico, pero también me animaban a continuar a querer superarme”, agrega. 

Royer Portella (19) estudiante de Ingeniería Mecánica, afirma haber recibido el mismo apoyo cuando planteó el concepto de una bicimáquina para moler granos, pensando en las necesidades de la población rural: “Muchas personas experimentan dolores musculares al intentar moles granos manualmente. Mi proyecto se pensó como una alternativa de solución para ellos”, cuenta Royer, cuyo invento no requiere de energía fósil o eléctrica. Actualmente se mantiene enfocado en cómo mejorar lo logrado: “La idea es que pronto cumpla una doble función, que desgrane y luego muela los granos”, afirma con entusiasmo. 

Guiller Soto, por su parte, confiesa su ambición por crear una impresora 3D que funcione con resina nacional, mientras Diego Salazar busca adherir nuevos movimientos a su brazo humanoide. Pues si algo caracteriza a un Life Hacker es que siempre se traza nuevas metas. “Nunca se puede llegar a un tope, a un momento donde no haya nada más que hacer. Siempre hay algo nuevo por implementar”, finaliza Diego. 

Fuente: Revista Somos, 12 de noviembre del 2016

Escribe: Camila Muñoz